Entre praderas verdes de fertilidad,
cerca de la callada luna
y el bravo e imparable mar,
mucho más allá del cielo
donde las estrellas acostumbran estar,
en un día muy caluroso
en el que el sol salió a jugar,
por la cima de una montaña
que mi vista no alcanza a mirar,
en un ramo de rosas rojas
que los enamorados se acostumbran a dar,
dentro de una bachata,
un himno y una balada,
dentro de una lágrima
de alegría ilimitada,
entre rubíes y zafiros,
diamantes y bellas perlas,
en todos los labios,
en cada una de las sonrisas,
en un poema de halagos y amores,
al final del arcoíris
donde abundan los colores,
junto a una laguna profunda
que perfectamente refleja el cielo
Ahí, justamente ahí,
nació la princesa de mis sueños.
No hay comentarios:
Publicar un comentario