Por: AMM
Aún
recuerdo el día que todo empezó, nuestra historia no empezó con un beso, como
suele pasar en las demás historias, si no con un abrazo, un abrazo que me hizo
sentir más que cualquier beso me había hecho sentir, un abrazo que parecía que
iba a durar eternamente. Si cierro los ojos aun puedo tocar su suave piel, oler
la mar y sentir la brisa. Aún recuerdo la toalla que nos unió, aún recuerdo no
tener ganas de dejar esa toalla, aún recuerdo que, a pesar de todo el barullo,
no podía oír nada, porque mis cinco sentidos estaban absueltos en ese momento,
solo existíamos nosotros, “nuestra” toalla y la playa.
Fue ahí
donde todo empezó, cuando me volví adicto a la droga del amor. Esa misma tarde
nos separamos, pero yo necesitaba verla, tanto que fui a casa mi mejor amigo,
porque un buen amigo es alguien con quien puedes pensar en voz alta, y le
repetí mil veces; “voy a hacerlo, voy a ir a su casa y la voy a besar”. Esas
palabras en realidad iban dirigidas hacia mí para convencerme de que podía
hacerlo. Y así fue, lo conseguí, ella me lo devolvió. Aún recuerdo su mirada y
su sonrisa cuando lo hice, aún recuerdo que llevaba puesto su vestido favorito,
aún recuerdo lo rápido que bombeaba mi corazón. En ese momento sus ojos
cambiaron, ya no eran los ojos que siempre había visto, eran los ojos más
bonitos del mundo, los ojos con los que ella me inoculaba mi dosis de amor cada
día.
A pesar de que sé que yo la amaba, porque el amor significa
buscar la felicidad de otra persona, e intentaba por cualquier medio hacerle la
vida más fácil y sacarle una sonrisa todos los días, y de que ella me amaba a
mí, porque siempre intentaba hacerme feliz y no soportaba mi tristeza...
Perdí
muchas veces, perdí muchas batallas contra mi orgullo, y con ello el control de
mi cuerpo y mis acciones. ¡Maldito orgullo! Por tu culpa herí a la persona que más
amaba en el mundo, y eso me dolía más que cualquier herida física cuando
recupera el control, no solo por el sufrimiento que ella mostraba, que rompía
mi corazón en pedazos, sino porque cuando me miraba no veía los ojos más
bonitos del mundo, y eso producía en mí síndrome de abstinencia. Jamás entendía
que había pasado, era como si otra persona hubiera dicho y hecho todo, y yo,
dentro de mi cuerpo, solo podía verlo sin poder evitarlo, seguro que muchos
hemos estado en esa situación y todos hemos deseado volver atrás en el tiempo y
vencer a quien quiera que sea que controlaba nuestro cuerpo, pero el orgullo
existe en todos y la única manera de controlarlo es no alimentándolo; Yo nunca
lo logré.
A pesar
de todo fui feliz, era feliz cada vez que me despertaba y leía su “buenos
días”, cada vez que la veía, me sonreía y venía a mi dando saltitos de
felicidad, era feliz cada vez que entrenábamos juntos y me demostraba de lo que
era capaz, me hacía sentir tan orgulloso, fui feliz cada vez que planeamos algo
que hacer juntos o cada vez que mirábamos al futuro, nos veíamos inseparables y
eso pensaba yo, que habíamos superado muchas cosas y que ya no había nada que
pudiera separarnos, hasta el día en el que el amor murió.
El peor
día de mi vida fue cuando supe que jamás iba a volver a ver los ojos más
bonitos del mundo. Había bebido y como sabéis, el alcohol es un depresor del
sistema nervioso central lo cual no fue una buena combinación con mi estado
sentimental. Discutimos y vi unos ojos que nunca había visto, vi odio,
indiferencia y rabia. Fui yo quien empezó la discusión, fue mi culpa, pero no
me merecía esa mirada. Me dio un “algo”, no si era un ataque de ansiedad o algo
por el estilo, sentí como si en lugar de mi corazón hubiera un pulmón al que
entraba aire cada vez que inspiraba, pero expulsaba llanto por los ojos cada
vez que expiraba, no podía para de llorar, y no sentía mi corazón latir. Ella
estaba ahí enfrente mirándome por encima del hombro, viéndome, y seguía su
vida, se alejaba de mí, sonreía; aunque no parecía feliz, no le preocupaba mi
estado. No era ella, era alguien más en su cuerpo, su orgullo alimentado
durante todo este tiempo que quería vengarse de mí y humillarme, y lo consiguió.
Ahora
entiendo que no fue la misma persona que hablaba de casarse conmigo y vivir
toda la vida juntos la que hizo eso, porque no eran sus ojos los que me
miraban. Nunca perderé la esperanza, porque con esperanza todo es posible, de
que algún día volveré a ver los ojos mas
bonitos del mundo y les podré dar las gracias por los recuerdos más bonitos de
mi vida y la lección de cómo vivir el momento al 100% sintiendo cada detalle en
mi alma.
Mi Amor ha Muerto, pero mi corazón sigue bombeando para dos.
Quiero agradecer el aporte de AMM, quien quiso que comenten su historia y le hagan saber lo que piensan, porque necesita de eso para poder seguir y olvidar aquellos ojos que tanto amor le dieron...
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