Era tempestad el cielo
cuando la fría melancolía
me maldecía sin sentido,
ante mis ojos pasó una estrella
resplandeciendo y con sigilo,
un gran y angustioso deseo
recuerdo haberle pedido,
se fue velozmente
y el cielo volvió a ser maldecido;
le pedí el conocerte
y al día siguiente
con una mañana brillante
llegaste tú y lentamente
tomaste mi corazón para siempre,
en tus ojos evidentemente,
para reconocerte con alegría
la estrella dejó su brillo
que resplandece como centella.
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